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Los partidarios del alto el fuego no entienden a Israel

Paul Newman, cuyo padre era judío, interpreta a Ben Canaan en la película de 1960 sobre un hombre que rescata judíos y los introduce de contrabando en Palestina.

En 1962, un compañero de trabajo le regaló a Boris Slovin, un electricista letón que trabajaba en una estación de ferrocarril, un libro editado en Estados Unidos. ¿Podría traducirlo?, preguntó el amigo. Slovin no pudo hacerlo, pero su esposa, abogada, sí. O casi, ya que sabía un poco de inglés.

El proceso fue laborioso ya que el libro tenía 600 páginas y al final, la versión de Slovin necesitaba ser acortada y editada. Pero se convertiría, como lo expresó el escritor Gal Beckerman en la historia de los judíos soviéticos, “un éxito de taquilla en el circuito samizdat” (editado en proprio).

Los disidentes lo leyeron en voz alta para fortalecerse durante las huelgas de hambre; se introdujeron copias de contrabando en las cárceles y se transmitieron de un recluso a otro. Las versiones se escondieron en estufas y armarios para evadir la detección de la policía secreta.

El libro era Éxodo, del novelista estadounidense Leon Uris, una historia romántica de 1958 sobre la fundación del Estado de Israel, centrada en las hazañas de un judío bucanero, Ari Ben Canaan, nacido en Palestina pero de una familia que había huido de los pogromos de Rusia. Ben Canaan rescata a judíos (refugiados del Holocausto y ahora detenidos por los británicos) y los introduce de contrabando en Palestina.

Y las historias de esperanza, desafío y liberación de los judíos del sufrimiento del libro inspiraron a una nueva generación, que soñaba con su propio éxodo de la opresión, una opresión que no había terminado con la Segunda Guerra Mundial. En Occidente se convirtió en un gran éxito de ventas.

En 1960 se estrenó una película épica del Éxodo de Uris, protagonizada por Paul Newman (que tenía un padre judío y llegó a identificarse como judío) como el ficticio Ben Canaan, y fue producida por Otto Preminger. Dalton Trumbo, que había estado en la lista negra de Hollywood por ser comunista, escribió el guión, y Exodus fue celebrado en los círculos progresistas por haber puesto fin a la era de las listas negras.

La visión de la película entonces suscitò tres observaciones. La primera fue que, con tres horas y media de duración, era demasiado larga. Se dice que el comediante Mort Sahl exclamó “dejen ir a mi gente” cuando estaba aproximadamente a la mitad. Newman argumentó con Preminger que el diálogo no era realista y tenía razón.

La segunda observación fue que resultaba difícil imaginar a Hollywood haciendo una película así entonces. Es incuestionablemente una explicación simplista, en la que las legítimas reclamaciones de los árabes palestinos se ignoran casi por completo, y de forma errónea. Pero Hollywood demostró ser bastante capaz de ofrecer explicaciones simplistas. Lo que resulta difícil de imaginar en aquel entonces es la defensa abierta de la causa de los judíos desposeídos que buscaban un lugar donde vivir frente a la indiferencia imperial.

La valentía de los fundadores del Estado de Israel y la esperanza que ofrecieron a los pueblos sin esperanza, ya no era una causa de moda. Éxodo mostrò a los judíos resistiéndose a la política del imperio británico, mientras que la retórica de izquierda veia a Israel como el producto del imperio.

En cierto modo, ese cambio de sensibilidad resultò bueno porque sugirió menos creación de mitos, más equilibrio y mayor sofisticación. Pero perder por completo el sentido de que Israel era un esfuerzo progresista diseñado para albergar a un pueblo sin hogar es perder una parte vital de la historia.

Sin embargo, la observación más importante que surge al rever Éxodo es que se comprende mejor a Israel una vez que lo has visto. La historia romántica carece de muchos matices, pero los mitos que los países se cuentan a sí mismos a menudo sí los tienen. Puedes entender mejor Gran Bretaña, por ejemplo, si miras las películas más trilladas de la Segunda Guerra Mundial.

El personaje de Paul Newman, Ben Canaan, es decidido y desafiante. En la primera parte de la película se le ve utilizar el robo, el engaño y la amenaza de violencia para intentar sacar un barco lleno de refugiados judíos de Chipre y llevarlos a Palestina. Cientos de judíos aceptan morir de hambre si los británicos no los dejan pasar de aguas chipriotas y, finalmente, la huelga de hambre funciona.

Más tarde, Newman se involucra en un tiroteo y en el uso de explosivos para liberar a su tío de una cárcel británica, a quien incluso él ve como un asesino terrorista. Y hay muchos otros momentos de fuga y maniobra militar. Todo esto se suma al momento en que las Naciones Unidas votan para permitir la creación de un Estado judío, junto con uno palestino, una decisión aceptada por los judíos y trágicamente (aunque comprensiblemente) rechazada por los árabes.

Mientras la radio anuncia que se ha acordado el plan de partición, una gran multitud canta el Hatikvah, que pronto se convertirá en el himno nacional israelí. Fue en momentos como este que, como escribe Beckerman, “para el puñado de sionistas de la Unión Soviética… el libro era puro sustento: muchas lágrimas caían sobre las páginas escritas a máquina”.

Lo que cuenta Éxodo es la historia de un pueblo desesperado que sentía, como Ari Ben Canaan, que los judíos ya no podían confiar en los demás. Demasiados habían muerto, demasiados estaban en el exilio, demasiados no tenían adónde ir. Ahora los judíos asegurarían su propia tierra y garantizarían su propia seguridad, independientemente de lo que algún comandante británico pudiera ordenarles.

Ben Canaan es una figura angulosa, a veces enojada, pero también fuerte y estoica. No le interesan mucho las palabras, quiere hechos. No tenía la intención de seguir las reglas de aquellos que le habían fallado a él y a sus compañeros judíos. No busca su aprobación ni la de nadie más. La ONU podría representar la mano de la historia, pero él iba a forzar esa mano.

Éste es el mito fundacional de Israel y el país no puede comprenderse sin él. Por eso el llamamiento del Papa (sólo para dar un ejemplo) a un alto el fuego no sólo fue erróneo, no sólo absurdo, sino que fue completamente inútil.

Israel no responderá ni puede responder a tal llamado porque hacerlo iría en contra de su esencia misma. Sería valorar la opinión internacional favorable sobre su propia percepción de sus intereses de seguridad. No dejará a Hamás en control de Gaza. Israel fue creado como refugio para los judíos, cuando todos los demás refugios habían fracasado. Y luchará por su seguridad como lo hizo Ari Ben Canaan.

Pero hay un último punto sobre el Éxodo. Puede que sea grosero por la forma en que pasa por alto la experiencia árabe, pero aun así promueve una visión sionista liberal que vale la pena reafirmar. Celebra la idea de que judíos y árabes algún día vivirán juntos en paz. Esto también es una esperanza escrita en un papel por el que vale la pena llorar.

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