BlogDiario.info, 25/08/2023
La temporada de verano está en pleno apogeo en la Costa Azul y el aparcamiento frente al gran casino del siglo XIX de Montecarlo está lleno de relucientes Ferraris, Lamborghinis y Bentleys.
En uno de los salones barrocos del casino, ricamente decorado, un trío de jóvenes aspirantes a James Bonds en traje de noche juegan al blackjack. Pero los turistas superan en número a los grandes apostadores, y muchas de las mesas están cerradas. Esta noche, al menos, la banca no corre peligro de quiebra.
Lo que está en juego es la reputación de Mónaco, en medio de acusaciones de irregularidades financieras que afectan a personas cercanas a la familia real.
Las acusaciones no se centran en la ruleta ni en la mesa de juego, sino en las grandes fortunas que se obtienen de la construcción, venta y alquiler de los carísimos bloques de apartamentos que ocupan casi todos los rincones del principado, incluso en terrenos ganados al Mediterráneo.
“La industria del juego sólo representa el 3% del PIB total de Mónaco y el sector bancario no es tan próspero como antes porque hay demasiadas normas europeas”, explica una fuente cercana al palacio. “El dinero grande está en el sector inmobiliario y en la construcción. Cuando el mundo está en crisis, la gente busca refugio aquí, y cuando las cosas van bien, también vienen. Es como en el casino: la casa siempre gana”.
Alberto II, de 65 años, que gobierna Mónaco desde 2005, se enfrenta desde hace tiempo a especulaciones sobre el estado de su relación sentimental con su esposa, Charlene, de 45 años, ex nadadora olímpica nacida en Sudáfrica. Pero las recientes acusaciones de irregularidades financieras -calificadas por el príncipe de “desastrosas para la imagen de Mónaco”- son mucho más peligrosas y han ensombrecido sus intentos de disipar la reputación del principado como refugio de blanqueadores de dinero.
El último giro, y el más dañino, se centra en Claude Palmero, de 67 años, que desde 2001 gestiona los asuntos financieros de la casa principesca, como hizo su padre, André, durante dos décadas antes que él. Hombre de pocas palabras, que viste modestos trajes grises y conduce un Renault Clio destartalado, el estilo modesto de Palmero contradice su propia riqueza y la considerable influencia que ha ejercido durante mucho tiempo.
El matrimonio de Alberto con la princesa Charlene ha sido objeto de especulación durante muchos años. La pareja apareció en el Baile de la Cruz Roja en Mónaco el mes pasado.
El 6 de junio, sin embargo, Palmero fue destituido sumariamente por Alberto junto con otros tres altos cargos de la corte principesca -conocidos colectivamente como el “G4”- y obligado a abandonar el palacio con escolta militar. A mediados de Julio, la policía registró los domicilios de los cuatro, al parecer en busca de documentos confidenciales que se cree que se llevaron consigo.
Palmero ha contraatacado. En un caso que se verá en las próximas semanas en el más alto tribunal de Mónaco, sus abogados exigen su reincorporación y una indemnización de 1 millón de euros (865.000 libras). Es la primera vez que una decisión del príncipe se impugna ante un tribunal.
“Monsieur Palmero no merecía ser tratado de esa manera, fue realmente injusto”, dijo Marie-Alix Canu-Bernard, una abogada de alto nivel de París que dirige su equipo jurídico. El decreto por el que se destituye a Palmero “no tiene justificación ni fundamento de ningún tipo, y es especialmente vejatorio y brutal”.
Sin embargo, Albert no parece dispuesto a dar marcha atrás. Su abogado, Jean-Michel Darrois, otra estrella del mundo jurídico parisino, declaró que el príncipe, al igual que un presidente francés o un monarca británico, tenía derecho a nombrar y despedir a quienes trabajaban para él, y no estaba obligado a dar razones para prescindir de los servicios de su gestor patrimonial.
En el Principado se especula con que la información encontrada por la policía en el teléfono de Palmero y en sus archivos pueda resultar embarazosa para el príncipe. En un reciente reportaje, el diario francés Le Monde describía a Palmero como el hombre que “hace temblar al palacio”.
Pero en lo que parece ser un movimiento destinado a aumentar la presión sobre su antigua mano derecha, el príncipe también ha ordenado una auditoría de las actividades de su gestor de activos durante sus largos años en el cargo, con el objetivo de “arrojar toda la luz sobre este asunto”. Los resultados se esperan para las próximas semanas.
Para beneficiarse del generoso régimen fiscal del Principado -no hay impuesto sobre la renta- hay que comprar o alquilar una vivienda allí, además de cumplir otros requisitos que suelen incluir tener 500.000 euros depositados en uno de sus bancos.
“Si se quiere comprar un estudio, se puede encontrar algo bastante decente por unos 2 millones de euros, mientras que una vivienda de un dormitorio puede costar desde 2,5 millones hasta casi cualquier cosa”, explica Irene Luke, codirectora de Savills Mónaco. A un asombroso precio de 50.000 euros el metro cuadrado, la vivienda es unas seis o siete veces más cara que en la vecina ciudad francesa de Beausoleil, aunque comparar ambas es como “comparar Mayfair con Neasden”.
Estos precios desorbitados han supuesto pingües beneficios para los constructores. El grupo Pastor ha sido, con mucho, el promotor de mayor éxito, y se calcula que durante mucho tiempo se hizo con el 80% del mercado del Principado. Su jefe es Patrice Pastor, uno de los hombres más ricos del Principado, apodado el “rey” de Mónaco.
En los 2,1 km2 de territorio monegasco se hacinan carísimos bloques de apartamentos.
Sin embargo, el dominio de la empresa empezó a cuestionarse hace unos años, cuando el príncipe hizo saber a sus ayudantes que quería abrir el negocio de la construcción a empresas rivales.
Poco después, las revelaciones empezaron a aparecer en Substack, una plataforma de Internet utilizada por los autoeditores, bajo el título Les Dossiers du Rocher (Los expedientes de la Roca), en referencia al apodo del principado. Extraídos de millones de correos electrónicos pirateados enviados entre el príncipe y el “G4”, parecían sugerir que este último se había beneficiado ilegalmente de negocios inmobiliarios.
Sospechando de Pastor, los cuatro, que insistieron en su inocencia, iniciaron una acción legal en un intento de demostrar quién está detrás de lo que consideran una campaña de desprestigio. Sin embargo, el promotor ha negado enérgicamente cualquier relación y ha tomado represalias con su propia demanda.
En un principio, Albert pareció respaldar a Palmero y sus colegas, acusando a quienes estaban detrás de las acusaciones de intentar socavar el principado. Sin embargo, todo pareció cambiar a principios de Mayo, tras reunirse con Pastor.
Ese mismo mes, en una entrevista concedida al diario local Monaco-Matin, el príncipe declaró que había “pedido a los implicados en el llamado caso de los ‘Dossiers du Rocher’ que asumieran sus responsabilidades”. Tras la negativa de Palmero, Alberto le destituyó, junto con los demás miembros del G4: Laurent Anselmi, 61 años, su jefe de gabinete, Thierry Lacoste, 63 años, su abogado, y Didier Linotte, 75 años, presidente del Tribunal Supremo.
Lo que se dijo en la reunión de Alberto con Pastor sigue siendo un misterio: la fuente de palacio dijo que creía que el príncipe había sido influenciado por los documentos que su invitado le mostró implicando a Palmero en irregularidades, pero no pudo dar más detalles. El grupo de Pastor está cerrado durante las vacaciones de verano y los correos electrónicos enviados por The Sunday Times pidiendo aclaraciones no obtuvieron respuesta.
Las revelaciones llegan en un momento delicado para Mónaco. En enero, Moneyval, el organismo del Consejo de Europa contra el blanqueo de dinero, publicó un informe en el que instaba a las autoridades del Principado a intensificar sus esfuerzos para investigar y procesar a los implicados en esta práctica.
Se cree que Alberto tiene especial interés en que su reino no vuelva a figurar en la lista negra de paraísos fiscales poco cooperativos elaborada por la OCDE, de la que fue retirado en 2009. El mes pasado se aprobaron dos leyes que, entre otras cosas, crearán una autoridad independiente para dirigir la lucha contra el blanqueo de dinero y la corrupción financiera.
Es evidente que el príncipe espera que estas medidas basten para mejorar la imagen de Mónaco. Los acontecimientos de las próximas semanas pueden determinar si resulta ser la apuesta segura que él espera.
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