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Ciudad del Vaticano, 04/05/2025
Mientras el mundo se entretiene eligiendo líderes con likes y encuestas, en el Vaticano prefieren los métodos clásicos: encierro, secreto y mucho incienso. Esta semana comenzó el tan esperado Cónclave, esa ceremonia milenaria donde un grupo de hombres mayores —todos vestidos de rojo, todos varones, todos célibes (al menos en teoría)— se encierran bajo techo de plomo a decidir quién va a manejar la Sucursal Roma del Reino de los Cielos.
Pero en tiempos de inteligencia artificial, cámaras espía en las lámparas y hackers con nombre de panda, el Vaticano no se toma el secreto a la ligera. Por eso, el Estado más pequeño del mundo activó su protocolo anti-chusmas globales: un blindaje digital que haría palidecer a cualquier búnker de la CIA.
Nada de celulares, ni tablets, ni auriculares Bluetooth que puedan servir de micrófono. A los cardenales se les retiró hasta el rosario si tenía GPS. Las ventanas selladas, las líneas de comunicación cortadas, y por si algún pícaro intentaba transmitir en Morse con la cucharita del espresso, también se prohibió el café fuerte.
Porque claro, una cosa es proteger la inspiración del Espíritu Santo, y otra muy distinta es que la inteligencia china escuche por Zoom el momento en que el cardenal de Ghana le dice al de Canadá: “Che, y si votamos al italiano, total ya sabemos cómo es…”
Fuentes vaticanas (y esta vez no son ángeles) confirmaron que se usaron inhibidores de señal de última generación para evitar cualquier filtración. Según un experto en seguridad papal, “el Cónclave hoy tiene más capas que una cebolla paranoica”. También se reforzó la vigilancia con guardias suizos que, aunque vestidos de clown renacentista, llevan auriculares discretos y no dudan en pedirle al Espíritu Santo una identificación si se aparece sin pase.
Y si bien algunos conspiranoicos dicen que todo esto es una exageración, en el Vaticano saben que la elección de un Papa es una bomba global: lo que se decide entre muros centenarios puede influir en un continente entero. Y nadie quiere que la próxima fumata blanca llegue con subtítulos en mandarín.
Así que sí, señores: el Cónclave está blindado, los cardenales encerrados, y el Espíritu Santo… offline, pero disponible.
Y como dijo un monseñor con cara de póker y fe a prueba de filtraciones:
“Donde hay dos o más reunidos en mi nombre… que no haya micrófonos.”
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