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El mercante de la muerte premiará La Paz

Washington / Sharm el-Sheikh – Edición internacional con chispa y diplomacia de alto voltaje

Donald Trump, sonriente y dorado como nunca, se asomó al Salón Oval para anunciar lo que muchos creían imposible: Israel y Hamás firmaron el acuerdo de paz de Gaza.

“Los rehenes deberían ser liberados el lunes o el martes”, proclamó el magnate ante su gabinete, mientras preparaba maletas para su gira triunfal por Oriente Medio.

El documento fue rubricado en Sharm el-Sheikh, con mediación de Egipto, Qatar y Turquía bajo la supervisión directa de Washington. Se trata, dicen en la Casa Blanca, del golpe diplomático más espectacular de Trump, incluso más que los Acuerdos de Abraham de su primer mandato.

Ahora, el expresidente vuelve al tablero global con un único objetivo en mente: el Premio Nobel de la Paz.

“Hemos puesto fin a la guerra; creo que esto conducirá a una paz duradera”, declaró el republicano, que planea viajar el domingo a Egipto y luego a Israel, donde podría convertirse en el primer presidente estadounidense en dirigirse a la Knéset.

El primer ministro Benjamin Netanyahu confirmó una conversación “muy emotiva y cálida”, y no tardó en sumarse al coro —que incluye al New York Times— que ya propone el nombre de Trump para el Nobel.

De la tregua al tablero mundial

El acuerdo prevé una liberación gradual de rehenes: 48 israelíes, de los cuales 20 seguirían con vida, a cambio de 1.950 prisioneros palestinos, incluidos 250 condenados a cadena perpetua.

Israel vetó la liberación de Marwan Barghouti y Ahmad Saadat, pero aceptó la devolución de 360 cuerpos de combatientes de Hamás.

La tregua comenzará 24 horas después de su ratificación en el gabinete israelí. No sin resistencia: los ministros ultranacionalistas Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir ya anunciaron su oposición frontal.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se retirarán hacia la línea amarilla, manteniendo el control de un 53 % del territorio. En 72 horas, todos los rehenes deberían estar de regreso.

El Nobel y los fantasmas

Mientras el mundo celebra, los observadores apuntan a la fase más difícil del plan: la reconstrucción y el gobierno de Gaza, la creación de una fuerza internacional de paz bajo auspicio de la ONU y el desarme total de Hamás.

En París, los ministros de Asuntos Exteriores occidentales y árabes —entre ellos Antonio Tajani por Italia— coincidieron en que la colonización de Cisjordania sigue siendo “una amenaza existencial para el Estado de Palestina”.

Macron, fiel a su estilo, advirtió que “la paz no puede cimentarse sobre los cimientos de una nueva ocupación”.

Trump, por su parte, prefirió la ambigüedad calculada:

“No tengo una opinión clara sobre los dos Estados; me ceñiré a lo que acuerden los pueblos”.

Todos los caminos conducen al Nilo

Egipto prepara una conferencia sobre el futuro palestino con la participación de los países árabes más ricos. Trump agradeció el rol de Erdogan, calificándolo de “magnífico mediador”, y no descartó incluso una cooperación con Irán, después de que Teherán respaldara el acuerdo junto con Vladimir Putin.

En Gaza, la noticia encendió fuegos artificiales improvisados. En Tel Aviv, las familias de los rehenes lloraron de alivio.

Y en Washington, un magnate con la mirada fija en Oslo se saborea la escena:

el mercante de la muerte que podría coronarse como el mercader de la paz.

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