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Argentina, 20/06/2025
Crónica desde la chispa que encendió la patria
Por Juan Soldado, Especial para ElCanillita.info
Rosario, 20 de junio de 2025 – Hoy se celebra el Día de la Bandera, y como buenos herederos de los “chisperos” de 1810, no podíamos quedarnos callados. Porque si algo sabían hacer aquellos patriotas sin despacho oficial era hablar claro, empujar la historia con el hombro y avivar el fuego de la revolución con una chispa bien colocada.
No fueron próceres de mármol ni ministros con banda, sino herreros, panaderos, tipógrafos, soldados rasos, negras libres y mulatos con más coraje que nombre en los libros. Los chisperos no redactaban actas solemnes: repartían octavillas, levantaban a los vecinos y se jugaban el pellejo por una idea aún borrosa, pero gloriosa: la libertad.
¿Y qué tiene que ver eso con la bandera?
Todo. Porque Manuel Belgrano –sí, el mismo que hoy homenajeamos con izamientos, discursos y frases de carpeta escolar– no solo fue abogado y militar, sino también un chispero ilustrado. Le inventó a la patria una bandera cuando ni siquiera teníamos patria del todo. Y lo hizo en Rosario, no por estrategia militar, sino por intuición simbólica: sabía que los pueblos necesitan una insignia que se alce más alto que las dudas.
Pero ojo, no era azul-celeste por mandato real ni por preferencia estética.
Era un gesto de ruptura. Un acto de identidad antes de que la identidad existiera. Un pedazo de tela en el aire, más frágil que el ejército que la seguía. Pero ahí flameó, como una promesa con costuras.
¿Qué queda de aquellos días?
Mucho menos de lo que debería. Las calles siguen con nombres patrios, pero los actos son cada vez más actos de presencia. El Belgrano que murió pobre, endeudado y con una manta prestada, hoy sería un número más en la fila de la ANSES. O peor: un “exceso de gasto público”.
Y los chisperos… bueno, ya no reparten octavillas: reparten delivery. Ya no prenden la mecha del cambio: aguantan el ajuste, la inflación y la tristeza como quien espera una revolución que tarda más que el tren Sarmiento.
Pero ojo: la chispa sigue. En los barrios, en las escuelas públicas que aún enseñan que Belgrano no era un banco, y en cada pibe que levanta una bandera sin pedir permiso.
Conclusión (que no es final)
Hoy no basta con izar la bandera. Hay que preguntarse qué harían los chisperos con este presente. Tal vez escribirían en los muros, tal vez armarían un diario callejero, tal vez organizarían una olla en la esquina. Lo seguro es que no mirarían para otro lado.
Así que, en honor a ellos, levantemos la vista, miremos la bandera… y luego bajémosla a tierra, que es donde hacen falta las revoluciones.
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