ElCanillita.info
08/05/2925
Cuando el humo blanco por fin salió (sí, otra vez negro al principio, como para mantener el suspenso global), el mundo entero se preguntó: ¿quién es el nuevo piloto de esta nave milenaria llamada Iglesia Católica?
La respuesta vino serena, pero con potencia simbólica: Robert Francis Prevost —norteamericano, misionero, teólogo, hombre de discreción franciscana— eligió llamarse León XIV. Un nombre que no se usaba desde hace más de un siglo. Y no cualquier nombre. Uno que remite directamente a San León I Magno, aquel que enfrentó al mismísimo Atila el Huno… y salió caminando.
Pero no nos adelantemos.
¿Por qué “León”? ¿Por qué ahora?
Si en el siglo V el Papa León Magno enfrentaba la descomposición del Imperio Romano de Occidente, las invasiones bárbaras y la confusión doctrinal interna, ¿qué enfrenta hoy León XIV?
• Un Occidente convulsionado entre guerras, populismos, plataformas y pánicos.
• Una Iglesia fragmentada entre progresismos, restauraciones y diócesis vacías.
• Una humanidad que, con suerte, se confiesa por WhatsApp pero no perdona ni en Twitter.
El nuevo Papa lo sabe. No viene a inventar nada. Pero sí a recordar que cuando todo parece venirse abajo, la Iglesia —si quiere sobrevivir— debe ponerse de pie. Con fe, con paciencia… y con algo de coraje.
Un guiño a la Historia, una oración para el presente
San León Magno se enfrentó al maniqueísmo, aquella herejía que dividía el mundo en blanco o negro (¡mirá vos qué moderno!). León XIV, en cambio, enfrenta un mundo que se desliza entre el “todo es relativo” y el “todo me ofende”. No hay herejías oficiales, pero sí infinitas verdades autopercibidas.
Mientras tanto, el Vaticano sigue siendo ese faro contradictorio: eterno pero nervioso, piadoso pero diplomático, con sotanas y smartphones, incienso y conferencias de prensa.
¿Y ahora qué?
Ahora, León XIV sube al trono de Pedro con un mensaje claro: paz, unidad y misión. No es poco, considerando que su predecesor saliente (Francisco) ya había avisado que venía complicada la cosa. Y que el mundo no espera: grita, empuja, quema, consume y descarta.
Pero un Papa llamado “León” no viene a esconderse. Viene a mirar de frente el caos, sin perder la ternura… ni la tradición.
¿Milagro? No. ¿Esperanza? Tal vez. ¿Humildad con autoridad? Eso parece.
Y como diría San León Magno, a los pies de Atila: “La paz comienza cuando uno deja de gritar y empieza a rezar. Incluso si el otro tiene un ejército.”
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