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🗞️💰 Estados Unidos blande la amenaza: sanciones para quien apoye el impuesto marítimo de la ONU

Washington intenta bloquear el primer impuesto global sobre emisiones contaminantes en alta mar, mientras Europa, China y Brasil empujan hacia un giro climático histórico. El choque diplomático escala hacia un nuevo capítulo de rivalidad estratégica con Pekín.

Estados Unidos lanzó una advertencia inequívoca: sanciones económicas para los países que respalden la propuesta de un impuesto climático global al transporte marítimo impulsado desde las Naciones Unidas. La amenaza llega a horas de que la Organización Marítima Internacional (OMI) vote en Londres un marco de “emisiones netas cero” que podría transformar la economía del comercio mundial.

La medida establecería, por primera vez en la historia, un impuesto internacional sobre las emisiones de gases de efecto invernadero. Según sus promotores, el gravamen añadiría cerca de un 10% al costo del transporte de mercancías y cruceros con el fin de financiar innovación verde y reducir la contaminación en alta mar, responsable del 3% de las emisiones mundiales.

El frente a favor del impuesto es heterogéneo pero sólido: Gran Bretaña, la Unión Europea, Brasil y China empujan por un sistema de tarifas y sanciones financieras para que el sector marítimo alcance emisiones netas cero en 2050. La propuesta también cuenta con el respaldo de organizaciones ecologistas, que la celebran como “la primera victoria climática verdaderamente global”.

La Casa Blanca, en cambio, habla de “trampa geopolítica”. Washington considera que el impuesto “penaliza al consumo” y favorece a China, principal constructor naval del planeta, que capitalizaría la demanda global de nuevos barcos con tecnología más limpia. El Departamento de Estado va más lejos: acusa a Bruselas de promover “regulaciones climáticas neocoloniales disfrazadas de solidaridad”.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, sumó pólvora al debate con un discurso incendiario: “Ser gravados por la ONU sería más ofensivo que los impuestos británicos que desencadenaron la Revolución Americana”. Y cerró con un viejo mantra libertario convertido en eslogan diplomático: “No taxation without representation”.

La administración Trump exige que cualquier impuesto internacional requiera consenso político directo y no delegación en organismos multilaterales, una postura que amenaza con tensar aún más la relación con sus aliados europeos. Pero también envía un mensaje de lectura clara: Estados Unidos no aceptará una gobernanza climática global que altere su supremacía económica sin tener poder de veto.

Para muchos analistas, la batalla en la OMI ya no trata solo de clima. Detrás del impuesto verde late la guerra fría del siglo XXI: control industrial, soberanía energética y rutas estratégicas del comercio marítimo. Y en ese tablero, el impuesto climático puede terminar siendo menos un tributo y más una prueba de fuerza.

La votación del viernes podría inaugurar un nuevo orden regulatorio global o, por el contrario, abrir una crisis diplomática en cadena. El veredicto está en alta mar —y la tormenta ya está formada.

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