Argentina
A veces el destino se divierte con un guion digno de sainete porteño: en la misma semana se anunció la llegada del primer avión con argentinos deportados desde Estados Unidos… y el lanzamiento del vuelo más largo del planeta, Buenos Aires–Shanghái vía Nueva Zelanda.
Hecho N.º 1:
Un charter de Omni Air International aterrizará en Ezeiza trayendo expulsados por orden de la Casa Blanca. Donald Trump, en su segundo round presidencial, decidió que esta vez Argentina también reciba el “paquete de regreso”. Las autoridades no dieron cifras: ni se sabe si vendrán 20, 200 o “el primo del primo que nunca hizo la visa”.
Hecho N.º 2:
Al mismo aeropuerto, con alfombra roja y boletos a casi 2.000 dólares el tramo, llegará desde diciembre el flamante vuelo de China Eastern, que promete casi 30 horas de travesía, dos veces por semana, para unir Shanghái con Buenos Aires. Pasajeros de clase business podrán presumir haber soportado el jet-lag más largo del mundo… con escala en Auckland incluida, para estirar las piernas y el presupuesto.
Coincidencias irónicas:
- Mismo destino, distinto ticket.
Unos bajan gratis, cortesía de la deportación; otros pagan una fortuna por el privilegio de aterrizar en el mismo hall de migraciones. - Tiempo de vuelo.
Los deportados habrán tardado menos en volver desde EE.UU. que los millonarios en llegar desde China. - Bienvenida.
A unos los espera un patrullero y a otros un transfer VIP. Pero en Ezeiza, todos terminan haciendo la misma cola del duty free. - Narrativa oficial.
Un gobierno celebra que el mundo nos conecta más que nunca, mientras otro avión recuerda que también nos desconecta a patadas.
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