
Kabul, 27/08/2025
En un giro que parece salido de un manual de contradicciones, los talibanes han declarado que están “listos y dispuestos” a recibir a los afganos deportados bajo el plan de Nigel Farage, quien prometió expulsar a 600.000 inmigrantes ilegales si alcanza el poder.
Un alto funcionario talibán en Kabul aseguró que no aceptarán dinero, sino “ayuda para apoyar a los repatriados”, prometiendo tratarlos “con dignidad”. Al mismo tiempo, sugirió que podría ser más sencillo negociar con Farage que con Keir Starmer.
El líder de Reform ha dicho que no descarta acuerdos con Afganistán, Irán o Eritrea, ni romper tratados internacionales como el CEDH para cumplir su objetivo. En paralelo, Downing Street y el Ministerio del Interior británico dejan abierta la puerta a pactos similares, aunque con límites como en Alemania, que solo deporta a criminales convictos y solicitantes de asilo rechazados.
Las cifras actuales muestran lo difícil del escenario: desde 2021, apenas nueve afganos han sido devueltos desde el Reino Unido, ya que los talibanes dejaron de aceptar documentos emitidos por la embajada afgana en Londres.
Entre tanto, Farage insiste en que lo que le “molesta” no son los riesgos de tortura o muerte al regreso, sino “lo que está ocurriendo en las calles británicas”. Una visión pragmática para algunos, brutalmente insensible para otros.
En cualquier caso, el tablero político se mueve: Reform ya supera al laborismo en varias encuestas, y los talibanes –desde Kabul– se ofrecen como inesperados socios de un proyecto que combina populismo doméstico con alianzas internacionales poco ortodoxas.
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