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Italia, 23/06/2025
De las bombas al surtidor, sin escalas: la guerra en Irán ya se siente en los bolsillos europeos. Y el petróleo vuelve a ser arma de presión.
Mientras en Oriente Medio se escuchan los estruendos de misiles sobre centrales nucleares, en Europa el eco retumba con otra frecuencia: cling, hace la manguera del surtidor. Y no por arte de magia, sino por una vieja ley no escrita que rige en el tablero mundial: cada bomba lanzada en el desierto levanta los precios en las estaciones de servicio.
El viernes pasado, tras el ataque estadounidense en apoyo a Israel, el precio del petróleo se disparó y, con él, las tarifas de los combustibles. El Brent y el WTI treparon a sus valores más altos desde enero. Resultado: los precios en los surtidores italianos volvieron a niveles que no se veían desde abril.
- Gasolina en autoservicio: 1,748 euros/litro
- Diésel en autoservicio: 1,670 euros/litro
- Gasolina servida: 1,886 euros/litro
- Diésel servido: 1,806 euros/litro
Y en algunas autopistas, la llamada “gasolina ecológica” superó los 2,3 euros/litro, un récord que ni el más pesimista esperaba romper tan pronto. Los consumidores hablan de “especulación”, aunque Assopetroli se esfuerza por minimizar: “No vemos dinámicas especulativas”, dicen con gesto de póker. “Promovamos una cultura de movilidad consciente”, añaden, como si llenar el tanque fuera un acto filosófico.
Pero el Ministerio de Empresa no se conforma con ese mantra y ha puesto en marcha la Comisión de Alerta Rápida, una especie de vigía que, al parecer, no estaba muy despierto durante la subida de precios.
Según la Unión Nacional de Consumidores, llenar el tanque cuesta hoy 2 euros más que hace una semana. Y si la situación en Irán se agrava con un eventual cierre del Estrecho de Ormuz —por donde transita un tercio del crudo mundial—, el barril podría alcanzar los 100 dólares, llevando el precio de la gasolina en Italia a 2,024 euros/litro. Suficiente para que hasta los autos híbridos se lo piensen dos veces antes de salir.
Lo cierto es que, más allá de lo que digan los distribuidores, la guerra se ha vuelto también una cuestión doméstica, íntima, cotidiana. Se libra con cada ticket que nos entregan en la estación de servicio. Y en este escenario, cada litro de nafta es un capítulo más de una guerra que, aunque no mata directamente aquí, hace sangrar los bolsillos de muchos.
Redacción internacional, con asistencia del Laboratorio de Realismo Callejero
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