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Mundo, 25/05/2025
Según informa el Wall Street Journal, la administración estadounidense no está cosechando precisamente laureles en su cruzada comercial contra China. En particular, Bruselas se muestra renuente a sumarse a la moda yanqui de los nuevos aranceles, ese ejercicio de política exterior que Trump maneja con la sutileza de un rinoceronte en un salón de té. Europa no parece dispuesta a seguirle el ritmo en esta danza de tarifas, y eso tiene al magnate-presidente con el ceño más fruncido que de costumbre.
Tan frustrado está el candidato más veterano del circo electoral estadounidense que ha vuelto a empuñar su viejo comodín: la amenaza de represalias arancelarias, ahora con una dosis de testosterona geopolítica. Todo esto, claro, de cara a sus dos próximas citas internacionales, donde promete no defraudar a su público habitual:
Del 15 al 17 de junio en Canadá, en la cumbre del G7, donde se verá las caras con las potencias europeas… y con Ottawa, que a este paso parece más interesada en ser el Estado número 51 que en liderar la Commonwealth.
El 24 y 25 de junio en la cumbre de la OTAN, ese club de defensa que Trump considera una suerte de gimnasio internacional donde todos deben pagar su cuota y hacer flexiones por América. Antes pedía un esfuerzo del 2% del PIB para defensa. Ahora pide el 5%, que es como pasar de hacer abdominales a levantar tanques.
Lo cierto es que Trump no cambia, pero el mundo sí. Y esta vez, ni siquiera su amenaza preferida —el arancelazo sorpresa— parece estar haciendo efecto. Bruselas duda, Berlín bosteza y Macron… Macron siempre posa.
Y así va la diplomacia versión 2025: a pura amenaza, sin acuerdos y con muchos hashtags.
Esta edición forma parte de nuestra serie sobre diplomacia creativa y tratados a gritos.
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