Por Enrique Guillermo Avogadro
Quito, 20/08/2023
Hoy domingo, se celebrarán en Ecuador elecciones presidenciales que tendrán enorme impacto en la región, toda vez que se juega en ellas el regreso al poder, del hoy aún prófugo Rafael Correa, por interpósita persona (Luisa González), tanto cuanto discurrirá la lucha contra el narcotráfico.
El ex mandatario fue, y es, una figura sumamente relevante en el esquema de poder de ese invento corrupto, el “socialismo del siglo XXI”, que ha hundido en la miseria a tantos países al aplicar las políticas que difunden el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, es decir, los dispositivos de los que forman parte los Kirchner y sus cómplices.
Si mañana el “correísmo”cayera una vez más derrotado, América Latina podrá recuperar la esperanza de dejar atrás dos décadas de gobiernos saqueadores y hambreadores, augurando un próximo final a las terribles y asesinas dictaduras de Venezuela y Nicaragua y, algo más improbable, también a la de Cuba.
Los grandes carteles de la droga mexicanos y colombianos han sentado sus bases de exportación al Pacífico en la costa ecuatoriana, llevando hasta allí las prácticas violentas que tanto los han caracterizado en sus países de origen.
Precisamente, han asesinado a uno de los principales contendientes de esas elecciones, Fernando Villavicencio, y han dado un fenomenal empuje a la candidatura de Jan Topic, un multimillonario que se identifica claramente con la exitosas políticas de represión al crimen organizado que lleva adelante Nayib Bukele en El Salvador, que tanto prestigio le han generado en todo el continente, harto de la inseguridad y de la violencia, y a la cual la aquí tergiversada democracia republicana argentina parece ser incapaz de mejorar la vida cotidiana.
Por ser católico practicante, me he abstenido hasta ahora de opinar sobre las extrañas actitudes del Papa con relación a la Argentina. Tan raras han sido que, prudentemente, no ha visitado su país de nacimiento durante los diez años de su pontificado, presumo que por temor a ser repudiado por alguna porción importante de la feligresía.
Así, vi en silencio a SS Francisco prodigar gestos amorosos a los delincuentes que, sin tapujos, robaron tanto dinero y tanto futuro a la Argentina, condenando a la pobreza y a la miseria a la mitad de sus ciudadanos, mientras recibía con gesto adusto a los adversarios del kirchnerismo saqueador.
Pero el viernes, cuando me enteré que había designado nada menos que a Eugenio Zaffaroni en un relevante organismo vaticano y al Juez porteño Roberto Gallardo en otro, recuperé mi capacidad de asombro, ya que los nombramientos fueron hechos después que el 70% de la ciudadanía dijera“basta” al modelo autoritario y corrupto de los últimos veinte años.
El primero, que arrastra un pasado complicado por alquilar sus propiedades para que funcionaran prostíbulos y por evadir impuestos, abortista, defensor de Cristina Fernández y sus cómplices, propulsor de la disparatada teoría del“lawfare”, es el creador de importantes teorías abolicionistas de la ley penal, con las cuales hizo una lamentable escuela entre jueces, fiscales y académicos y, sobre todo, en los integrantes de la asociación ilícita que aún nos gobierna, es el gran responsable de la penosa ola de delitos que golpea cotidianamente a los argentinos más humildes. ¡Cuánto de las “puertas giratorias” judiciales y de la liberación de criminales y violadores con la excusa de la pandemia del Covid puede atribuírsele!
El segundo, Gallardo, es el gran protector de los okupas y delincuentes y encarna en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a “Justicia Legítima”, la organización militante kirchnerista que tanto complicó las gestiones del Pro desde que éste accediera al poder.
Para terminar, una breve constatación sobre la permanente vigencia del “teorema de Baglini”, que sostiene que, cuanto más alejado se encuentra un candidato de alcanzar el poder, más disruptivas son sus propuestas, y a la inversa.
Después del tan sorprendente éxito de Javier Milei, quienes se presumen lo secundarán en su eventual gobierno han salido a morigerar sus más alarmantes postulados; la dolarización, la supresión del Conicet, la venta de órganos y de hijos, los recortes en la planta de empleados públicos y hasta la ruptura de relaciones diplomáticas con China y otros regímenes dictatoriales, y hasta con Brasil, han adquirido en sus voces colores más suavizados y, sobre todo, extendidos en el tiempo en forma de sucesivas “generaciones” de reformas.
Sin duda, y ratificando el sentido de la frase que usé como epígrafe de esta nota, viviremos tiempos interesantes en Argentina, no sólo hasta las elecciones nacionales, sino al menos durante muchos meses de la próxima administración. Sólo falta sobrevivir hasta salir del túnel.
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