Argentina
Mientras la señora Kirchner disfruta de su prisión domiciliaria con todas las comodidades —más spa que celda—, la Argentina sigue apelando lo inapelable. Esta vez, no para salvar a los jubilados ni para rescatar hospitales, sino para intentar frenar la entrega de las acciones de YPF, retenidas como si fueran la última joya de la abuela.
La Cámara de Apelaciones de Nueva York decidió darle aire al gobierno argentino: las acciones podrán permanecer en la Caja de Valores hasta que se resuelva el fondo del asunto. En criollo: se patea la pelota hasta septiembre y después, con suerte, hasta el año próximo.
Lo curioso es que al “equipo libertario” le tocó defender la herencia de Cristina. Sí, la misma expropiación de 2012 que hoy genera un agujero de 18.000 millones de dólares y que tiene a Burford Capital —esos cazadores de pleitos made in London— frotándose las manos.
En este sainete internacional, el gobierno de EE.UU. se presentó como amicus curiae. Que nadie se confunda: no lo hacen por amor a la Argentina ni por simpatía con Milei; lo hacen para marcar que la inmunidad soberana no se negocia, porque mañana les puede tocar a ellos.
Los argumentos de la defensa argentina suenan a una mezcla de diplomacia, desesperación y tecnicismos:
Que el principio de cortesía internacional. Que la inmunidad soberana. Que las acciones están en Buenos Aires y no en Wall Street. Que, total, ni siquiera se podrían vender sin la bendición del Congreso.
En paralelo, la jueza Preska observa desde su estrado, paciente, como quien sabe que al final la cuenta la va a cobrar. Y mientras tanto, Cristina sonríe: porque aunque sea en arresto domiciliario, el litigio que lleva su nombre sigue marcando la agenda internacional.
Moraleja: Argentina apelando en Nueva York lo que no supo resolver en Buenos Aires. Es como ese vecino que va al consorcio a quejarse del perro, pero nunca barre la vereda.
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