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Globus, 02/06/2025
Por Aurora del Silencio — Especial para ElCanillita.info
Hubo un tiempo en que las ambulancias corrían tras el cuerpo herido. Pero Deborah Alma tuvo una sospecha: tal vez había más corazones rotos que fracturas expuestas.
Así fue como esta mujer —poeta, cuidadora de pacientes terminales y militante del verso urgente— compró una ambulancia de los años ’70 y se lanzó a recorrer pueblos de Inglaterra ofreciendo consultas poéticas.
Nada de estetoscopios. Solo palabras. Consultas breves pero profundas, recetas escritas a mano, y frasquitos con poemas enrollados para llevar. ¿Sufrís de melancolía crónica? Keats. ¿Ansiedad preexistencial? Shakespeare. ¿Corazón a la miseria? Emily Dickinson, dos veces al día y sin agua.
Con el tiempo, el proyecto tomó forma fija: la Poetry Pharmacy, inaugurada en el número 36 de High Street, se convirtió en un imán para los necesitados de belleza. Allí, en vez de ‘farmacéuticos’, había ‘médicos del alma’, expertos en prescribir estanterías por estado emocional:
‘Asuntos del Corazón’, ‘Para los Días en que el Mundo Nos Es Demasiado’,
‘Remedios Naturales’, ‘Palabras de Consuelo’ y hasta un rincón etiquetado como ‘Venenos’, con poetas que destapan la ira y la venganza con maestría.
El éxito fue tal que abrió una segunda sucursal en el número 175 de Oxford Street, Londres, justo encima del Lush Spa.
Sí: cosmética abajo, catarsis arriba.
Desde el ventanal de la cafetería poética se puede ver el caos de la city mientras se toma un té “para el desasosiego leve” o un espresso “contra la desesperación súbita”. Porque el menú, claro, también sigue el estado de ánimo.
Hoy la Poetry Pharmacy no solo prescribe versos: también edita libros. Ocho colecciones temáticas ya están disponibles: ‘Primeros Auxilios’, ‘Comienzos’, ‘Inspiración’, ‘Alegría’, ‘Calma’, y otros frascos verbales que no entran en ninguna prepaga.
Y por si fuera poco, los ‘médicos de estantería’ no trabajan con algoritmos ni reseñas patrocinadas: buscan poetas olvidados, voces del exilio, niños que escriben a escondidas y lectores que aún creen en el asombro.
Desde esta redacción, y sin la elegancia británica ni el ventanal de Oxford Street, también creemos en los efectos terapéuticos de las palabras. No garantizamos la cura, pero si el noticiero del día te dio náuseas, ansiedad o dolor de patria, probá con una dosis de nuestras notas como digestivo suave.
Algunos lectores han reportado carcajadas. Otros, una saludable sensación de no estar solos.Sin receta. Sin vencimiento.
Y como decía ese viejo cartel de botica:‘Aquí se habla en verso y se escucha sin apuro’
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