Viernes, Octubre 04 2024 – BlogDiario.info
Por Irwin Stelzer
Si Bill Clinton decidiera presentarse en 2024, sería el candidato más joven y experimentado en la boleta y probablemente ganaría por una mayoría aplastante, aunque tal vez no igualaría su índice de aprobación del 65 por ciento cuando dejó el cargo. Se ganó los aplausos de las élites del establishment por conducir a China a la Organización Mundial del Comercio, donde la nación comunista se convertiría en un miembro obediente de las reglas de la comunidad internacional.
No fue así. China ignoró las reglas de la OMC (Organización Mundial del Comercio) y utilizó su membresía para vaciar partes del sector manufacturero de Estados Unidos, y sus nuevas riquezas para financiar un sistema que era regresivo en casa y agresivo en el exterior. Donald Trump surgió para forjar una respuesta, que resultó en una política comercial casi bipartidista basada en aranceles, renovación de las cadenas de suministro y subsidios para las empresas estadounidenses.
Cuando Biden asumió el cargo, dejó en vigor la mayoría de los aranceles de Trump, incluidos los que aumentaron la tasa arancelaria promedio pagada por las empresas chinas del 3 por ciento en 2018 al 21 por ciento en 2019. Trump ahora habla de aumentar el promedio del 2 por ciento de todos los aranceles existentes al 10 por ciento e imponer una tasa del 60 por ciento a los productos chinos.
Informe empresarial
Biden no irá tan lejos. Pero lo impulsa una necesidad percibida de proteger a la “clase media que construyó Estados Unidos”, o al menos al 6 por ciento de los trabajadores del sector privado que se han afiliado a los sindicatos. Quiere “eliminar el riesgo” de la dependencia de China para los bienes relacionados con la seguridad nacional subsidiando a los fabricantes locales; alentar a los exportadores a “reubicarse en el extranjero”, trasladar las fuentes de suministro de China a aliados estadounidenses y dificultar que los capitalistas de riesgo de Silicon Valley inviertan en China.
Cualquiera de los dos candidatos pediría a la Unión Europea que se uniera a Estados Unidos en represalias si China intentara resolver sus problemas económicos (demasiada deuda, muy pocos empleos, deflación, dirección centralizada de la economía) mediante el “dumping”, exportación de productos a más bajo precio de aquellos practicados en el mercado interno.
Frente a un Estados Unidos que ha adoptado el comercio administrado se encuentran Rusia, Irán, decenas de países de la Franja y la Ruta que dependen de China y otros compañeros de viaje como Brasil. Los miembros de este bloque comercial emergente buscan liberarse de la sumisión al Rey Dólar y, por lo tanto, disminuir el poder estadounidense para imponer sanciones. Ninguno comparte la aversión de Estados Unidos a los bienes fabricados con mano de obra esclava uigur en Xinjiang.
Han pasado más de cinco años desde que el entonces presidente Trump escribió: “Soy un hombre de aranceles. Cuando la gente o los países vengan a saquear la gran riqueza de nuestra nación, quiero que paguen por el privilegio…” Poco después negoció el acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA) para reemplazar el tratado de libre comercio de América del Norte que, desafortunadamente para Tariff Man (Hombre de las Tarifas), abrió una puerta trasera a Estados Unidos lo suficientemente grande como para transportar camiones llenos de productos chinos a través de la frontera entre México y Estados Unidos.
China envía productos a México, donde son “finalizados” y enviados a Estados Unidos, libres de impuestos de conformidad con el USMCA. Entre 2022 y 2023, por primera vez en más de 20 años, México desplazó a China como la principal fuente de exportaciones estadounidenses. El valor de los bienes importados por Estados Unidos desde México aumentó un 5 por ciento, a 475 mil millones de dólares, mientras que el valor de las importaciones de China cayó un 20 por ciento a 427 mil millones de dólares, ya que el valor de los productos fabricados en China terminó en la columna de México.
Los fabricantes chinos también se están instalando en México. Tres empresas automovilísticas chinas fuertemente subvencionadas planean ofrecer a los estadounidenses un todoterreno eléctrico que contiene piezas fabricadas en China por 14.000 dólares, libre de impuestos. La administración está investigando si estos vehículos podrían estar “conectados” a Pekín, “como teléfonos inteligentes sobre ruedas”, recopilando información sobre los ciudadanos y la infraestructura estadounidenses. Y Elon Musk comenzará esta semana la construcción de una planta en Santa Catarina, México, a 240 kilómetros de la frontera con Estados Unidos mientras el camión circula. Producirá los vehículos de próxima generación y menor costo de Tesla y el Cybertruck, utilizando piezas fabricadas por fabricantes chinos a los que ha invitado a instalarse cerca para replicar la cadena de suministro en la planta de Tesla en Shanghái.
La administración Biden está considerando formas de poner fin al uso por parte de China de los socios comerciales de Estados Unidos como plataformas para lanzar sus productos a los mercados estadounidenses. Pero la mayoría de los observadores creen que simplemente jugará al Whac-A-Mole (golpear ratones difícil de erradicar -ndr-) mientras China cambia los destinos originales de los productos que se dirigen a Estados Unidos.
Se merece cierta simpatía de los responsables políticos. Cerrar la puerta trasera reduciría los ingresos en México, lo que aumentaría la presión para la inmigración ilegal. Aumentar los aranceles a China ahora eliminaría una amenaza que podría preocupar a Xi cuando piense en el futuro de Taiwán. Aumentar los aranceles ejercería una presión al alza sobre los precios al consumidor, que son tan altos que los votantes estadounidenses están más dispuestos a aceptarlos.
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