Argentina
Si la política argentina fuese un género televisivo, estaríamos frente a la enésima temporada de una telenovela donde la Casa Rosada se confunde con un set de filmación y los protagonistas ensayan diálogos que parecen escritos para el prime time.
Javier Milei, cinéfilo confeso, debería recordar que el guion de All the President’s Men —la investigación periodística que tumbó a Richard Nixon— no fue producto de ningún “espía disfrazado de periodista”, sino de periodistas de verdad. Woodward y Bernstein no recibieron medallas del poder, pero lograron lo que parecía imposible: demostrar que, a veces, la verdad no se puede editar ni silenciar.
En cambio, en la versión argentina, el Presidente opta por acusar a los cronistas de ser agentes encubiertos. Una narrativa útil para victimizarse en tiempos de elecciones, aunque difícil de sostener en un país donde hasta el taxista de la esquina opina con precisión quirúrgica sobre los sótanos del poder.
El fiscal Stornelli, pieza recurrente en este casting, abrió investigación y, al menos, juró no violar el secreto de las fuentes. Prometió no allanar redacciones, aunque sí avaló la tesis oficial: detrás de los audios de Karina Milei y del ex funcionario de Discapacidad habría una “operación de inteligencia ilegal”. Dicho en criollo: un Watergate criollo, pero sin periodistas héroes ni grabadoras escondidas en el Congreso, sino con streaming en vivo y trending topics.
La Casa Rosada habla de “ánimo destituyente” y de conspiraciones internacionales con sello ruso o venezolano. El guion roza el realismo mágico: desde Moscú hasta Caracas, todos parecen tener tiempo libre para boicotear la gobernabilidad argentina.
En esta trama, los audios filtrados no son solo chismes de sobremesa: revelan fisuras en la propia gestión, sospechas de coimas en medicamentos y conversaciones que jamás se pensaron públicas. Pero en vez de responder a la sustancia, la defensa oficial es atacar al mensajero.
Lo curioso es que, más allá de la retórica, el propio Gobierno insiste en recordarnos que fue “elegido por mandato popular”. Un recordatorio innecesario… salvo que alguien empiece a dudarlo.
Así, el capítulo 7001 de esta telenovela política se parece a un déjà vu: la historia de un poder que acusa conspiraciones, un periodismo que incomoda, un fiscal que promete investigar sin tocar lo intocable, y una ciudadanía que, entre mate y mate, ya aprendió que en Argentina los verdaderos spoilers no se filtran en Netflix… sino en los pasillos del poder.
🎬 Fin de escena. Próximo capítulo: ¿Quién escribe realmente el guion?
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